En los últimos años, las nuevas formas de comercialización y de puesta en contacto entre oferentes y consumidores, especialmente por las diferentes plataformas digitales, ha producido la entrada masiva de viviendas de particulares en el mercado del alojamiento turístico, y ha llevado a que muchos operadores hayan invertido en la compra de viviendas para sacarlas al mercado del alojamiento turístico.

Esta nueva modalidad de alojamiento no solo compite con los operadores tradicionales, como los hoteles y apartamentos turísticos, sino que produce una trasformación en la fisonomía de muchos edificios y de muchas zonas de la ciudad. A este fenómeno se le adjudican diferentes efectos y nombres como el de turistificación, y es en muchos casos fuente de confrontación ciudadana por las externalidades negativas que según se denuncia producen: expulsión de los habitantes tradicionales de los barrios (gentrificación), subida del precio de la vivienda y de los alquileres, molestias, incremento de costes de servicios públicos, etc.

Frente a ello los organismos de defensa de la competencia y los propios operadores consideran que sus efectos son beneficiosos para la economía y para el turismo y minimizan sus efectos negativos.

Las demandas ciudadanas están llevando a las diferentes Administraciones Públicas a regular e intentar controlar, si no frenar este fenómeno, recayendo dichas demandas fundamentalmente sobre los Ayuntamien